domingo, 29 de diciembre de 2013

Éste es nuestro circo

Las lágrimas recorren mis mejillas y caen al suelo de arena. Me escuecen los ojos y las manos me tiemblan. Siento los grilletes incrustados en mis muñecas. Me queman. A mi lado, niños que no pueden gritar ni defenderse clavan la mirada en el fondo del pasillo. Es una mirada llena de miedo, de incertidumbre, de incomprensión. Me gustaría que todo esto pudiera ocurrir de otra forma, pero si así tiene que ser, estoy dispuesto a formar parte de este plan tan extraño.
Las rejas se abren y caminamos lentamente a través del pasillo, arrastrando los pies en silencio, sin atrevernos a decir nada. Tengo miedo, todos tenemos miedo, pero estoy seguro que nadie duda por qué estamos aquí, y nadie se arrepiente.
Llegamos al interior del circo. El emperador nos mira con mirada desafiante, cargada de odio, y su mirada es acompañada por los gritos de cientos o miles de personas que han venido.
Sueltan a las fieras. Mi mirada se pierde en el infinito. No trato de escapar, no trato de luchar... todo lo que tenía que hacer ya está hecho.
Un tigre salta sobre mí, derribándome, y me muerde el hombro. El dolor nubla mi vista y me impide mover el brazo. Pero no importa, lo entiendo todo. Estoy en el circo más grande que haya existido jamás. Siempre fuimos perseguidos.
Antes de expirar recuerdo sus palabras: "¿Nunca has soñado que morías en un circo romano por defender la Verdad? Mira a tu alrededor: éste es nuestro circo."
Ya puedo morir en paz.


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sábado, 14 de diciembre de 2013

Dedos como martillitos

Está nervioso. Mira por una rendija antes de salir al escenario. Ha venido mucha gente a verle. Cierra los ojos unos segundos y respira profundamente. Trata de tranquilizarse, pero no lo consigue. Tiene las manos frías y las piernas le han empezado a temblar.
Cuando oye su nombre se le agita el corazón y empieza a latirle más fuerte, más rápido. Camina erguido hacia el centro del escenario y saluda. Se mueve elegantemente, como le han enseñado.
Ajusta la altura de la banqueta y coloca los dedos sobre las teclas del piano. Vuelve a respirar profundamente y se genera un silencio profundo que invade todo el teatro. Tras unos segundos, la música empieza a sonar, rompiendo el silencio, llenando los oídos de sensaciones increíbles.
Una tras otra, las notas se suceden para crear la melodía más bella que jamás se había escuchado. El público disfruta plácidamente de aquel regalo.
Acabada la pieza, el pianista se levanta, saluda con la misma elegancia y profesionalidad con que había saludado antes y sale del escenario. No hubo aplausos: la gente había quedado tan embelesada por lo que había escuchado que olvidó aplaudir. Y es que aquella noche no solo escucharon al mejor pianista de la historia: aquella noche escucharon música.


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martes, 26 de noviembre de 2013

Aspirante a director

Imagina la escena:
Se oye un "Preparados, listos, ¡ya!", o alguna fórmula menos profesional, pero igualmente efectiva. "Secuencia 7, plano 5, toma 4. Claqueta". Todos están preparados, todos saben qué tienen que hacer. En la sala de al lado un pobre ignorante en el arte del cine comprueba la calidad del sonido. No puede ver la escena, pero es capaz de imaginarla.
A menudo ríen por fallos ridículos, y tienen que repetir la toma. El cámara dirige la escena. Todo está controlado, más o menos. Siguen el horario establecido: no van rápido, pero les dará tiempo a grabar lo que tenían previsto para ese día.
"Bien, tenemos veinte minutos hasta que se vaya la luz. Descanso". Juegan con los efectos del micrófono, cantan, ríen... todo está saliendo perfecto.
En ciertos momentos aquel solitario "técnico de sonido" sueña con ser director. Le gustaría poder dirigir, poder sentir más suyo aquel proyecto. De hecho, eso es lo que esperaba... pero no es así; y lo agradece: ya llegará el momento de ser director, ahora toca aprender.
La luz se va y llega la noche. Siguen grabando un rato más y, llegado el momento, dejan el rodaje durante esa jornada. Se miran, están contentos. Alegres, cansados, alguno casi emocionado. Aquel día fueron felices, aquel día comenzó un proyecto que, si todo va bien, seguirán llevando a cabo.


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martes, 12 de noviembre de 2013

Luz que ciega

No abría los ojos. No podía o no quería. El sol se filtraba a través de sus párpados y, de alguna manera, le quemaba. Sabía que aquello no podía durar y esperó unos instantes para acostumbrarse a la luz, pero no conseguía sentirse seguro. Se puso la mano en la frente, a modo de visera, tratando de amortiguar el ataque del sol. Nada. No conseguía abrirlos. Tenía miedo de quedar ciego si lo hacía, y el miedo le impedía actuar. Comenzó entonces a creer que no volvería a ver la luz.
Las lágrimas se abrían paso para escapar y escocían las mejillas en su recorrido. Desesperado, siguió esperando a que terminase aquella pesadilla, pero ésta parecía no tener final.
Así permaneció, torturado por el sol, buscando el momento propicio para ver, para mirar, para contemplar el mundo en que vivía. Pero las horas pasaban y sus párpados eran cada vez más débiles, fatigados por el sol. Finalmente se rindió, cubrió sus ojos con la misma venda que le había acompañado en los últimos meses y pidió que le volvieran a secuestrar.


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domingo, 13 de octubre de 2013

De la noche a la mañana

Nadie podía escuchar lo que pasaba detrás de la puerta verde. ¿Había alguien ahí dentro o estaba vacío? Era imposible escuchar nada.
Los dos niños se miraron, sin intercambiar palabras. El que llevaba la linterna empujó la puerta, intentando abrirla, pero la puerta no cedió. ¿Hacia dónde llevaba? Ambos querían saberlo, pero no les convencía el momento en que habían ido a averiguarlo.
De pronto, un ruido fuerte y seco salió del interior de aquella misteriosa habitación que, según parecía, llevaba años cerrada. Los dos se asustaron y se escondieron como pudieron.
Al cabo de unos minutos, cuando todo parecía continuar con normalidad, volvieron a investigar la puerta, pero pronto se rindieron.

A la mañana siguiente, con la luz del sol, pudieron comprobar cómo cambiaba la puerta del trastero de la noche a la mañana.


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lunes, 30 de septiembre de 2013

En quince minutos

Suena el timbre y los bolis dejan de escribir. Los libros se cierran, las miradas se distraen y se escucha la tan recurrida frase "La clase acaba cuando lo dice el profesor". Segundos después los niños corren por los pasillos y saltan los escalones de dos en dos, o incluso de tres en tres.
En el patio hay un solo campo de fútbol que es atravesado por seis o siete balones, cada uno en una dirección. Algunos corren detrás de los balones, sin saber bien con cuál están jugando; otros, por el contrario, prefieren sentarse en el suelo y charlar. Solo tienen quince minutos, pero ellos saben cómo aprovecharlo.
En una parte del patio, un chico trata de conquistar a una doncella; en la otra dos amigos estudian el examen que tienen después. Un grupito se reúne para contar chistes y reír un rato, y un par de chicas hablan mientras dan vueltas al campo de fútbol.
Hay incluso quien aprovecha ese rato para echar una cabezada, sin preocuparse de mal alguno; en el lado opuesto del patio hay una chica llorando por mal de amores, mientras su amiga trata de consolarla.
Todo esto en quince minutos, pero cuando el timbre suena (o unos minutos más tarde) los balones dejan de rodar, el grupito deja de reír, el chico deja de dormir y la chica deja de llorar. Todos se vuelven a clase, sin gana alguna, estando en el error de creer que nunca lo echarán de menos.


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jueves, 5 de septiembre de 2013

Que no te vea

- Creo... creo que no estoy preparado todavía.- decía tímidamente con su cara de inocencia.
- Claro que sí- le animaba quien parecía su jefe.-, te has entrenado para esto.
- Ya pero los entrenamientos eran muy distintos a lo que ahora veo.- su voz reflejaba miedo, miedo a fracasar en una misión que, según creía, no era para él.
- Ven, te enseñaré dónde estarás y quién será tu objetivo. Es importante que nunca le pierdas la pista, nunca le dejes solo y... que no te vea.
Pasearon por las calles, por los edificios, por los pasillos que recorría diariamente el individuo que sería el objetivo del recién salido de la academia. Observaron sus hábitos, sus pasatiempos, sus costumbres, su trabajo, su vida cotidiana, en definitiva, todo lo que hacía en su día a día.
El jefe miró al novato con expresión empática.
- Podrás hacerlo, confío en ti. Eres el mejor para vigilar a este hombre. Eres quien más puede ayudarle.  Esta misión es para ti, quiero que seas tú.
- Si esa es tu voluntad, que así sea.
Y sin decir más, el recién estrenado ángel de la guarda batió sus alas y acompañó, guió y protegió al hombre todos los días, aunque éste no le veía.


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sábado, 31 de agosto de 2013

Cuestión de tiempo

Cierto día colocaron en la cafetería del colegio una máquina expendedora. Gran error. Todos los niños querían ir a verla los primeros días, algunos se subían a ella, otros le daban golpes para ver si caía algo... hasta que a alguien se le ocurrió ver qué había dentro.
Comprobó que no había que echar monedas para comprar, pero, según recomendaba un papel que estaba pegado a la máquina, tampoco convenía abusar demasiado. "No más de un sobre al día". Cada niño apretaba el botón y recibía un pequeño sobre metálico del que sacaba una hora. De esta forma, cuando los niños iban a aquella máquina expendedora conseguían una hora más para su día.
Meses después tuvieron que retirar la máquina. Por supuesto, los niños cogían más de un sobre al día, como una adicción, cogían sobres sin necesitar ese tiempo. Cuantos más sobres cogían más tiempo desperdiciaban. Pasaban el tiempo de su vida sin vivir, lo único que tenían era tiempo. Y es que resulta que vivir no es cuestión de tiempo.


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domingo, 25 de agosto de 2013

viernes, 23 de agosto de 2013

Adicto al juego

Clavaba los ojos en la pantalla, esperando que aquella vez tuviera algo más de suerte. Empezó la partida y, apenas un minuto más tarde, ya había perdido. Probó de nuevo, lo mismo. Estaba ya desesperado, casi no le quedaba dinero. Su hermano, compañero en aquel lugar, lo intentó por él. Ganó.
La admiración hacia su hermano estaba más que justificada. Jugaba muy bien, siempre lo había hecho. Siempre ganaba. Los dos niños recogieron el premio y fueron juntos a canjear los tickets por chuches.


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lunes, 29 de julio de 2013

El águila y el gorrión

El águila descendió en picado al ver a su presa. El pequeño gorrión batía las alas tan rápido como podía, intentando escapar de las garras de su depredador. El águila aceleró la caída. El gorrión intentaba meterse entre zarzas. El águila estaba dispuesta a atravesarlas. El gorrión se escondió entre las ramas de un árbol. El águila se elevó varios metros y escudriñó la vista. El gorrión permaneció quieto. El águila esperó.
Al cabo de unos segundos el águila encontró al gorrión y reanudó la persecución. El gorrión despegó, evitando al águila. El águila batió sus alas con fuerza. El gorrión mantuvo el ritmo. El águila aceleró. El gorrión estaba agotado. El águila ya sabía que le iba a alcanzar. El gorrión estaba desesperado. El águila estaba cada vez más cerca. El gorrión no podía más. El águila abrió sus garras, a punto de atrapar al gorrión.
"¡Te pillé!"- gritó el águila. Ahora le tocaba pillar al gorrión.


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domingo, 28 de julio de 2013

Poema 03 - Verano

Estiras la toalla en la arena,
te echas crema y te expones al sol
(sabes que no te pondrás morena:
solamente cogerás calor).

Estiras los brazos y piernas,
para ver si así ganas color,
vuelves a echarte un poco de crema
(como si eso fuese protección).

Al fin te levantas y vas al mar,
te mojas y te vuelves a tumbar.

Vives ahora tus mejores días,
los que creías que no llegarían.

Éste es el descanso que te has ganado:
por tanto estudio mereces verano.


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lunes, 1 de julio de 2013

Deseo

El anciano se acercó a la fuente. Como todos hacían ahí, él alargó la mano y tiró la moneda. Cerró los ojos un momento, pidió su deseo y se alejó unos pasos. Se sentó en un banco que había cerca de la fuente, al lado de su compañero.
Los dos observaban en silencio. Cada uno, con cierta intriga sobre cuál había sido el deseo de su compañero, pero ninguno preguntó nada. Miraban al frente, observaban a la gente que pasaba por ahí, pero no hablaron.
Minutos después, ambos pudieron observar a un grupo de niños pequeños- debían ser familia- que se levantaban las perneras del pantalón para meterse en la fuente. En unos segundos, cogieron todas las monedas que estaban a su alcance.
- Deberías haber echado la moneda en la parte alta. Si te cogen la moneda no se cumplirá tu deseo.
El anciano tardó un rato en responder. Observaba con atención, y con cierta ternura. Al cabo de un rato dijo:
- No. Si me cogen la moneda se habrá cumplido mi deseo.


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martes, 25 de junio de 2013

Princesas

Cuando acabó la fiesta ellos continuaron bailando. Todos los invitados se habían ido, no quedaba nadie en la sala. Ni si quiera los anfitriones habían esperado para marcharse. Solo quedaban ellos dos. Él, un chico joven, ni muy apuesto ni demasiado feo; y ella, una chica soñadora que solía imaginarse las historias que le gustaría que ocurriesen.
El enorme salón en que estaban solo era acompañado por un vals, más bonito que cualquier otro. Y ambos bailaban al compás de aquella música que tiempo después recordarían como la banda sonora del mejor día de su vida.
Movían los pies con una sincronización impresionante. De vez en cuando, él la hacía girar bajo su brazo y ella giraba con una majestuosidad inenarrable. Bailaron toda la noche, y cuando amanecía, ella se marchó.
No sabían cómo iban a volver a verse. Ella no había dejado ningún zapato de cristal, y él no disponía de una guardia real para encontrarla. Pero se volverían a ver, y volverían a bailar juntos. Al fin y al cabo, eso ocurre en todas las películas de princesas, ¿no?


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domingo, 16 de junio de 2013

Su última función

Se apagaron las luces y comenzaron los aplausos mientras se levantaba el telón. Los actores entraban en escena, actuaban, bailaban, cantaban y salían. Había momentos tristes, momentos alegres... había incluso momentos que no sabía si reír o llorar.
El público no dejaba de aplaudir. Aplaudían al protagonista, a la bailarina, al niño pequeño que personificaba lo cómico de la obra, pero, sobretodo, cada uno aplaudía a quien había venido a ver. En algunos casos un hijo o un hermano, otras veces un amigo... y creo que ningún enemigo.
Tiempo después volvieron a encenderse las luces, y todos los actores salieron a saludar, cogidos de las manos. Ellos saludaban, el público se levantaba mientras aplaudía y vitoreaba. De pronto, todo quedó en silencio. Los actores se miraron unos a otros, el público murmuraba y la música había cesado. Había acabado, habían terminado su última función.


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domingo, 26 de mayo de 2013

El juego del escritor

Una vez, no sé exactamente hace cuánto, un escritor decidió jugar con sus lectores. El juego consistía en que cada lector le decía al escritor algunas palabras inusuales, o de difícil uso o comprensión, y el escritor debía incluirlas en su siguiente publicación.
Durante meses, esa parecía la única regla del juego, pero en realidad no era más que un simple artificio del autor para captar la atención de sus lectores. Y es que, como bien escribió aquel autor cuando concluyó su obra: “Una obra no es obra si no tiene lectores”. Él estaba convencido que un escritor, como cualquier otro artista, dependía de su público. Él no era artista por lo que escribía, sino por lo que su público leía.

Nunca dejó de jugar, a ese y otros juegos, con sus lectores. Aceptaba lo que sus lectores proponían e inventaba nuevos estilos de escritura. Escribía y esperaba, pues sabía que, cuando el lector acabase este relato, iba a comenzar un nuevo juego.


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lunes, 20 de mayo de 2013

Un trabajo reconocido

Sonó el pistoletazo de salida y comencé a correr. Fue demasiado rápido. Apenas llevaba un par de zancadas dadas cuando, muy lejos de la meta que mis ojos todavía no alcanzaban a ver, alguien me frenó para darme un impulso. Yo, ansioso por saber qué sería, esperé intrigado. Me dio un trofeo. Un trofeo que pesaba, y me impedía correr, pero que a la vez me motivaba lo suficiente para acabar con éxito la carrera.

Dicho en otras palabras: me han premiado. Me han premiado el Blog. Quiero agradecer al gran bloggero (y mejor profesor) Luis Durán, quien ha hecho que este escritor, aún aprendiz, reciba unas cuantas visitas de más. Os recomiendo que visitéis su blog:
 http://conefedefilosofia.blogspot.com.es.

Aquí encontraréis una mucho mejor explicación sobre cualquier tema de Filosofía (sí, con mayúscula) que las que habréis oído hasta ahora. Ameno, claro, entretenido, a veces polémico... merece la pena visitar sus entradas.

Por mi parte, puesto que he recibido este premio, quiero premiar otros blogs que se lo merecen más que el mío. Ellos deberán contestar las preguntas que se exponen, mencionar quién les premió, y premiar otros blogs.
- Por una evolución increíble en los temas a lo largo de la vida del blog, pero siempre con maestría y sencillez en lo que se cuenta: http://anarbex.blogspot.com.es/
- Por sus grandes consejos y diversión en la forma de contarlos. Por las anécdotas e historias de un aspirante a director de cine: http://www.diariodeunspielbergenparo.blogspot.com.es/
- Por los grandes relatos de la gran mente de una gran persona: http://javierjuste.blogspot.com.es/

Igual que ellos, yo tengo que contestar ciertas preguntas. Supongo que, como no soy famoso, me gusta que me hagan preguntas de este tipo:

¿Cuál fue el motivo por el que creaste el blog?
Este blog tiene un doble objetivo: obligarme a escribir aunque no esté inspirado, pues es (creo yo) la mejor forma de aprender; y compartir lo que escribo, y si a alguien le gusta y lo comparte, mejor.

¿Cuántas entradas escribes en un mes? ¿Tienes elegido un día para publicar?
En principio, cuatro o cinco (una por semana), pero no siempre es posible. Normalmente escribo en el fin de semana, porque tengo más tiempo. Si escribo el domingo (como suele ser) es, probablemente, porque he ido atrasando el día en que público esa semana.

¿Cuánto tiempo le dedicas a tu blog?
El suficiente para que prospere, pero creo que debería dedicarle más tiempo. El lector merece que lo que escribo esté lo más depurado posible.

¿Cuál es la entrada más exitosa de tu blog? ¿Por qué crees que es así?
"Un blog para estornudar ideas" http://gonzaloarbex.blogspot.com.es/2013/01/un-blog-para-estornudar-ideas.html. Supongo que porque es la primera que escribí, y explica la dinámica del blog.

¿Cómo promocionas tus entradas y tu blog?
Por las redes sociales, sobre todo Twitter y Facebook.

¿Cómo ha evolucionado tu blog?
Llevo poco tiempo con él, así que la evolución es menos notable. Si tuviese que destacar algo es que, por la experimentación, cada vez me permito más cosas (sin llegar al "todo vale"). Por ejemplo, ahora escribo también poesía, mientras que empecé con microrrelatos, aunque al principio no sabía qué iba a escribir en el blog.

¿Dónde encuentras nuevas ideas para tu blog?
En el día a día. En el bus, en casa, en el colegio... me encanta resaltar la belleza de la sencillez (muchas veces en la figura de un niño). 

¿Cómo haces las fotos?
Bueno, si alguien se molesta en pasear un poco por las distintas entradas... verá que las fotos no han sido mi principal problema.

¿Vas a cambiar algo de tu blog en el futuro próximo?
No lo sé. Si el lector lo exige, o encuentro alguna vía de escritura que requiera hacer algún cambio... quizás.

¿Quién y/o qué te anima a seguir?
Muchas cosas: aprender a escribir, encontrar un estilo, entretener y ayudar... pero sobretodo, los lectores. De ellos dependo y a ellos me dedico: el día que no haya lectores, no habrá blog.

¿Qué tienen en común los blogs que has premiado?
Son distintos, hablan de distintas cosas. Pero tienen en común que, desde luego, merece la pena leerlos.

Esta entrada, como veis, es mucho más largo que lo que suelo escribir. Espero que no os haya aburrido demasiado. ¡Muchas gracias! Gracias otra vez a Luis y, por supuesto, gracias a ti.


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domingo, 12 de mayo de 2013

Poema 02 - ¿Alguien sabe?

¿Alguien sabe de una plaza,
aquí, cerca de Pozuelo,
para que quien quiera vaya
y la sienta como el cielo?

¿Alguien sabe de algún sitio,
lejos de preocupaciones,
donde estén jugando niños
y se lancen los balones?

¿Alguien sabe de algún lugar
donde un jubilado observe
cómo el alumno va a estudiar
y a cumplir con sus deberes?

¿Alguien sabe de algún dónde
que si fuese encontraría
que por fin aprendió el hombre
a disfrutar de la vida?


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domingo, 5 de mayo de 2013

En menos de un día

De pronto, escapa un recuerdo. Corre dejándome atrás y lo encuentro aquí, publicado en el blog. Es impresionante cómo, antes de recordarlo yo, ya lo podéis leer todos. Es un recuerdo remoto, tan remoto que ni siquiera es mío, pero yo lo recuerdo.
Me recuerdo en el centro comercial, muy distinto a los que probablemente frecuentes. Solía ir ahí con mis amigos a pasar el tiempo. Pasábamos las horas subiendo y bajando las escaleras mecánicas. Bajábamos cuando las escaleras subían, subíamos cuando las escaleras bajaban. Era increíble. ¡Quién habría imaginado que tales inventos eran posibles!
Sé que hoy suena muy antiguo, pero no ha pasado tanto tiempo como parece. Todavía bajamos cuando las escaleras suben, y subimos cuando las escaleras bajan. A nuestro alrededor todo cambia. El problema es que cambia rápido. Más rápido de lo que podemos cambiar nosotros. De hecho, ese cambio que ha recorrido infinidad de vidas, cambiándolas por completo, ha pasado hoy, en menos de un día.


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domingo, 21 de abril de 2013

La palabra más sabia

Gente de los pueblos periféricos venía a verle incesablemente. Todos los habitantes de las ciudades vecinas habían oído hablar de él. Decían que nunca había salido de su boca palabra necia.
Lanzaban al aire sus preguntas, desesperados, y el hombre solo podía escuchar unas cuantas. Sin embargo, antes de que pudiera responder, otra pregunta ya estaba invadiendo sus oídos. Finalmente optó por esperar. Escuchaba todas las preguntas, pero no respondía ninguna. Así fueron pasando las horas, y la gente, cansada de no obtener respuesta a sus preguntas, fue abandonando la enorme sala donde estaban.
Cuando apenas quedaban unas pocas personas, alguien hizo una pregunta que dejó en silencio toda la sala. Una pregunta que parecía haber dejado sin respuesta al mismo sabio. Se quedaron mirando entre ellos. Los que estaban presentes también observaban, en silencio. Miraban a uno y otro alternativamente. Todos reflexionaban, pero nadie hablaba.
- ¿No lo sabes?- repitió aquel hombre- Todos te llaman sabio, te halagan. Inmerecidamente, creo yo. ¿Qué te hace diferente a los demás?
El sabio bajó la mirada unos segundos. Cuando encontró la respuesta, capaz de convencer al mayor de los escépticos, la dio a conocer. De todas las razones por las que se había ganado su fama, aquella era la mejor. Abrió la boca y dijo: "                                       ". Todos lo entendieron.


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domingo, 14 de abril de 2013

Así pasa el tiempo

Mira, asiente, pero no comprende. Los ojos se le redondean y convierten la cara de aquel animal salvaje en la de un cachorrillo que despierta cierta ternura. Pestañea de vez en cuando, pero sus ojos no miran nada en concreto. Las palabras de alguien que se mueve frente a él apenas son percibidas. Alguna le sorprende, otra le asusta, pero en general las ignora todas.
Apoya los brazos encima de la mesa y descansa la cabeza sobre ellos. Espera, pero el tiempo parece no transcurrir. Sin él ser consciente cierra los ojos y comienza a desaparecer todo lo que tiene alrededor. Así pasa el tiempo, y pasa sin pasar nada más.
Poco después se sorprende a sí mismo en aquella postura poco adecuada. Se yergue y vuelve a mirar al frente. Mira, pero no atiende. Luego pasea la mirada mientras piensa en sus cosas. No hace nada, solo espera, pero el tiempo parece no transcurrir.


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sábado, 6 de abril de 2013

Poema 01 - Aunque

Aunque un día nos separase el tiempo
y la distancia nos fuese infinita,
aunque se dividiesen nuestras vidas
y te olvidasen todos mis recuerdos.

Aunque llegase el día, el momento,
ese en que el corazón por siempre olvida,
aunque dejases de ser mi alegría
y jamás volviera a tenerte dentro.

Aunque llegáramos a estar muy lejos
y deje de ser quien tú conocías,
aunque no fuese como prometía
y ni siquiera te echase de menos.

Aunque no existiese lo que existía
y comenzases a sentir que mueres,
siempre serás lo que has sido, lo que eres.
Siempre, por siempre. Serás poesía.


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lunes, 1 de abril de 2013

Como todos los días

- 3, 2, 1... ¡ya!
Abrió la puerta. La habitación estaba llena de globos de diversos colores, y el suelo cubierto de regalos enormes envueltos en papel brillante.
Como todos los días, el niño corrió hacia el que le pareció más grande. Empezó a desenvolverlo, pero antes de terminar ya había empezado a abrir otro. Sin saber siquiera cuál era el regalo, pasó a abrir otro distinto. Y así, en menos de cinco minutos, todos los regalos estaban abiertos, y los papeles que los habían envuelto estaban arrugados y amontonados en una esquina.
Luego se acordó y empezó a jugar con los globos. Estaba lleno de euforia, y corría de un lado a otro de la habitación. Sin embargo, cuando estaba abrazando un globo de color violeta, se asustó enormemente.
El estallido le despertó. Rápidamente se levantó y corrió hacia la habitación de sus padres.
- ¡Vamos, vamos! ¡ Despertaos ya!- decía entusiasmado.
- Pero hijo mío...- respondió su madre- ¿otra vez?
Bajaron corriendo las escaleras y el niño abrió la puerta del salón, sin esperar la cuenta atrás de su padre. Ahí estaban los regalos, como todos los días. Comenzó a desenvolverlos, lleno de ilusión. Luego se acordó y empezó a jugar con los globos. Abrazó con fuerza uno color violeta. Lo apretó tan fuerte como pudo y, cuando estalló, comenzó a reír lleno de ilusión. Por fin había llegado el día esperado. Ya no iba a despertar.


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domingo, 24 de marzo de 2013

Con vistas al paraíso

El niño se apoyó en la baranda para descansar su peso mientras miraba el paisaje tan espectacular que se extendía ante él. Segundos después, alguien se le acercó y se apoyó también en la baranda, a su lado.
-Fíjate al lado de la cascada- le dijo al niño señalando a lo lejos con un bastón blanco de madera- ¿ves la cueva?
El niño asintió con la cabeza. El señor, extraño para el pequeño, se tocó el reloj de agujas que llevaba en la muñeca y añadió:
-Dentro de un momento verás lo que sale de ahí.
Ambos esperaron en silencio desde aquel mirador con vistas al paraíso. El niño intrigado prestaba su total atención a la entrada de la cueva. El paisaje había perdido todo su interés. Las montañas, el valle extenso de hierba, los árboles gigantes... todos habían dejado de existir en aquel momento para el muchacho.
El viento era suave, y su sonido no interfería con el del agua que caía en el río. La enorme cascada producía un sonido relajante que hacía de aquel un lugar de ensueños. Lejos podían escucharse los cantos alegres de los pájaros. Algunos volaban, otros descansaban en las ramas de los árboles y, los más atrevidos, jugaban con el agua del río.
-¡Mira, ciervos!- gritó el niño, interrumpiendo aquel momento mágico.
-¡Ciervos!- repitió el señor poniéndose unas gafas de cristales tintados- la de delante es la madre, ¿ves? ¿Cuántos hay detrás?
-¡Tres!- respondió el niño entusiasmado.
- ¡Ah!, ya ha nacido.
Y sin decir más, marchó a casa silbando una canción alegre, sin ver nada, solo con unas gafas de sol y su bastón blanco de madera.


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domingo, 17 de marzo de 2013

Una gran ciudad de arena

Cuando por fin aprendió que la marea estaba subiendo, decidió hacer el castillo más arriba. Pensaba hacer el castillo más grande que hubiera existido, utilizando toda la arena de la playa. Cuando apenas llevaba unos minutos construyendo, un chico se le acercó, y juntos continuaron amontonando toda la tierra para hacer el castillo.
Poco a poco, los niños que pasaban por aquella playa gallega se sumaban al que parecía ser el juego más divertido de todos. Colaboraban unos con otros en la construcción del castillo de arena más grande del mundo.
Cavaron un foso alrededor del castillo, para retener las primeras olas que llegasen. También habían construido una muralla alrededor del castillo, una muralla más alta que alguno de los niños que habían ayudado. Varias horas después, el trabajo de los niños parecía una gran ciudad de arena.
Con el paso de las horas, las primeras olas iban llegando, pero quedaban atrapados en el profundo agujero que los niños habían cavado. Más tarde, la marea había subido lo suficiente para romper la muralla, y comenzó a tragar el castillo, muy lentamente. Los niños que quedaban en la playa observaban cómo su castillo iba siendo devorado por el mar.
Los rumores corrieron por toda la ciudad, y acabaron por convertirse en leyenda. Y esas leyendas fueron perseguidas. Aún hoy hay quien la busca, en el fondo del mar, esperando encontrarla íntegra. Hay quien dice que no existe, otros, que está escondida. La llaman La Atlántida, una gran ciudad de arena.


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domingo, 10 de marzo de 2013

La biblioteca

Lo que primero le llamó la atención al entrar en la ciudad, fue la biblioteca enorme que vertebraba su cultura y tradición. Grandes paredes de piedra y suelos de mármol encerraban en su interior el secreto del conocimiento. Sin embargo, el acceso a dicha construcción estaba estrictamente restringido, pues una muralla de piedra la rodeaba, y todas las entradas estaban vigiladas por centinelas expertos.
El derecho del ciudadano común no le permitía acercarse a menos de medio kilómetro, y quién sabe cuántas personas sobrepasaban ese derecho. Las historias que todo habitante conocía relataban la cantidad inmensurable de libros que sus estanterías contenían. Cualquier información que a uno pudiera ocurrírsele, y gran parte de la que nadie llega a imaginar, estaba, supuestamente, recogida en aquellos libros secretos que no mucha gente había leído.
El turista pasó casi el día entero escudriñando, lo más cerca que pudo, aquella joya de la arquitectura, y del arte en general. Todos sus pensamientos giraban alrededor de aquellas leyes extrañas que prohibían a la gente aprender.
Pero, días después, cuando se despidió de la ciudad para regresar, se dio cuenta de que aquella historia ya la conocía. En algún lugar ya la había vivido. De hecho, llevaba viviéndola toda su vida de estudiante: mucha información, mucha información a la que nadie puede acceder.


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domingo, 3 de marzo de 2013

Una batalla única en la historia

El sonido metálico de las espadas chocando daban una horrible música a la batalla feroz que en aquel navío tenía lugar. Los dos piratas, cada uno honrado a su manera, utilizaban su arma de manera ágil y veloz, buscando hundirla en el adversario. Los pies de ambos parecían bailar al compás de la batalla, una batalla única en la historia.
La destreza de cada uno era digna del mejor de los guerreros, y sus espadas debían estar hechas por el herrero más experimentado.
De pronto, uno de ellos cayó al suelo, y un golpe acertado de su oponente logró desarmarle. El pirata caído, en objeto de defensa, cubrió su cara con los brazos. Con aire vencedor, el corsario que aún estaba en pie levantó su espada apuntando al enemigo caído, con intención de terminar la batalla. Sin embargo, las palabras del casi vencido pirata frenaron la espada amenazante:
- "Crucis", no me ataques.
Esa palabra, pequeña pero certera, dio suficiente tiempo al niño para volver a la batalla. Y continuaron los dos, jugando toda la tarde.


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viernes, 22 de febrero de 2013

Más allá de las alambradas

El plan no podía fallar. Había llevado meses construirlo, y un solo paso en falso era suficiente para echarlo todo a perder. Ambos estaban nerviosos mientras recorrían con velocidad los pasillos ocultos bajo el suelo. Sobre ellos, en la superficie, los guardias acechaban cualquier movimiento sospechoso. Meses de plan dependían de unos minutos, de una noche: aquella noche. La noche en que, después de tantos años en prisión, al fin serían libres.
Todos los movimientos estaban sincronizados de forma perfecta en aquel laberinto del infierno. Izquierda y derecha parecían lo mismo en esos pasadizos oscuros, pero por alguna razón ambos sabían cuál era el camino que buscaban. Si todo salía bien, en apenas unos instantes estarían fuera de la cárcel.
De pronto, un rayo de luz plateado, débil, apenas perceptible, cayó ante ellos. Una alcantarilla se hallaba sobre sus cabezas, dejando paso al brillo de la luna. La salida, su salida. Ya estaban suficientemente lejos de la prisión. Estaban a salvo. No volverían a aquel lugar, aquel era el principio de una vida perfecta, fuera de preocupaciones, fuera del averno encarcelado.
Miraron en derredor. Por primera vez en mucho tiempo veían el mundo que existía más allá de los muros de piedra que rodeaban la penitenciaría, más allá de las alambradas. Los suspiros de alivio y alegría que habían comenzado a llenar el aire pronto se apagaron, convirtiéndose en decepción y desesperación. El paisaje que se extendía a su alrededor, aunque más grande, no era más que otra cárcel. Una cárcel de la que no podían escapar.


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viernes, 15 de febrero de 2013

Como tantas otras veces

El niño se dirigió al baño, acordándose de las palabras que su madre había dejado grabadas en su memoria.  "Lávate las manos antes de comer". Aquellas palabras sonaban y resonaban en los oídos del pequeño. Se subió al taburete para llegar al lavabo, cogió el jabón y abrió el grifo. Comenzó como siempre; sin embargo, algo le entretuvo más tiempo del que tenía planeado.
Las extraordinarias figuras, cristalinas y brillantes, que podía hacer con tan solo agua y jabón le cogió por sorpresa. Como si fuese la primera vez que veía algo así comenzó a hacer pompas de diferentes tamaños. Más grandes, más pequeñas, más brillantes, más redondas... innumerables burbujas de ilusión llenaron enseguida el pequeño cuarto de baño. Jugaba a atraparlas con las manos y lanzarlas para observar su movimiento, libre, bello y perfecto, nadando en el aire.
El tiempo pasaba como inexistente, veloz ante la diversión del momento. La magia estaba hecha, y nadie podía evitar el embelesamiento del niño. Las burbujas de jabón habían cautivado sus sentidos, y solo a ellas prestaba atención.
Tiempo después se secó las manos y salió del baño. En su cabeza resonaban todavía las palabras de su madre. Sonaban y resonaban, pero no las escuchaba. Una vez más, como tantas otras veces, recordó que ya había comido.


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martes, 12 de febrero de 2013

Huye, vuela

Cada palabra cuesta más que la anterior. Estoy sentado, casi cayéndome, con las manos apoyadas en el teclado. La cabeza me da vueltas y apenas soy consciente de lo que escribo. La luz del ordenador escuece mis ojos y arranca lágrimas que no tenían que derramarse.
Los dedos se mueven con independencia de lo que quiero contar. Las palabras salen de forma casi aleatoria y rompen todas las historias y relatos que tenía guardados. Parece que todas las ideas que creía tener han escapado de mi mente, y pretenden no volver. La desesperación frente a una página en blanco se apodera de mí, robándome una inspiración que nunca tuve.
Es habitual en mí este sentimiento de impotencia, pero nunca llego a dominar el miedo que aún me significa. Cierro los ojos, intentando atrapar las lágrimas que huyen ahogando el sufrimiento. Mi inspiración parece haber expirado. Huye, vuela, se escapa de mi alcance a un lugar desconocido.
Levanto las manos del teclado y suspiro angustiado. ¿Qué daré a mis lectores? No tengo nada que pueda satisfacerles. Hoy no puedo escribir nada que pueda gustar. No puedo, pero eso no importa. Trago saliva y me armo de valor.
Sigo escribiendo, sin saber bien sobre qué. De todas formas, jamás publicaré esta entrada. Nadie podrá leerla.


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miércoles, 6 de febrero de 2013

Una pequeña desaparecida

La pequeña miraba a su alrededor con inquietud. La habitación oscura y poco acogedora en la que se encontraba le parecía del todo claustrofóbica. Ella se mordía los labios, con impaciencia y nerviosismo, esperando un salvador que la encontrase a tiempo.
Hacía tiempo que ella estaba ahí, pasaba los días sentada en el suelo frío de aquel zulo traído del infierno. No recordaba cómo era el mundo cuando ella vivía en él, ahora sufría su existencia secuestrada por quién sabía qué clase de delincuente.
Amiga de muchos y conocida por todos, admirada por tantos y visitada por muy pocos, la rehén había aprendido a distinguir las paredes de la cárcel que se había convertido en su vivienda. Probablemente nunca saldría de ahí. Pero ella esperaba, y en la esperanza desesperaba.
Pero el tiempo pasaba, y la noticia, que tantas ciudades había recorrido, fue entonces olvidada. Ya nadie hablaba de ella, nadie la recordaba. Pocos sabían de su existencia, y menos aún eran los que la buscaban. Era seguro que ningún salvador la encontraría, se había perdido para siempre. Ya nadie la volvería a ver, ni hoy ni nunca. Hoy sigue oculta, escondida en alguna parte. La gran creatividad, una pequeña desaparecida.


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viernes, 25 de enero de 2013

El mejor mago del mundo

El joven ilusionista aguardaba detrás del telón, esperando el momento de su entrada triunfal. Aquella iba a ser la mayor actuación del año, donde realizaría su mejor número hasta el momento. El mejor número que jamás se había creado. Tras unos breves pero intensos minutos, su compañero gritó, aclamando su nombre desde el escenario.
Él entró en escena, con los brazos en alto, recibiendo con alegría todos los aplausos. Los focos cegaban cualquier mirada hacia el público, de forma que la vergüenza y timidez desaparecieron sin hacerse esperar.
Estuvo actuando lo mejor que pudo. Realizando ilusión tras ilusión, cada cual mejor. Entre efectos, los aplausos llenaban con energía el enorme teatro en el que se encontraban. Y, minutos más tarde, el mago ya estaba preparado para el golpe final.
El efecto impresionó a todos cuanto lo vieron: se había logrado el final apoteósico que tantos años había requerido. El sonido de las exclamadas aclamaciones resonaban en los oídos del show-man. Había logrado lo que tanto tiempo había estado esperando. El trabajo de los últimos años había resultado recompensado.
Momentos después, mientras los gritos de júbilo que el público emitía iban apagándose, los focos dejaron de cegar al mago; y pudo ver quiénes habían estado aplaudiendo tanto: nadie. No había un solo alma en aquel teatro, estaba todo en silencio. Miró a su alrededor, por el escenario. Estaba completamente vacío, no estaban los aparatos que había necesitado para su número. No había cartas, no había sierras trucadas... no había siquiera un mísero escenario. Estaba en un oscuro callejón, solitario, de pie, con las piernas cansadas de tanto esperar. ¿Cómo era posible? ¿Se lo habría imaginado todo?
Fuera como fuese, lo había logrado. Quizá no le aplaudió nadie, quizá incluso nada había ocurrido, pero una cosa estaba clara: había realizado el mejor espectáculo de todos los tiempos, se había convertido en el mejor mago del mundo.


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viernes, 18 de enero de 2013

Quien creó la realidad

La vista que le ofrecía su nuevo microscopio era espectacular. ¿Cómo podía ver tan bien aquella cosa tan pequeña? Él no lo sabía, pero tampoco le importaba demasiado: simplemente le fascinaba. De pronto, su reloj señaló que ya habían terminado sus cinco minutos, y le pasó el microscopio a su impaciente compañero.
- Como nos pillen que nos hemos llevado esto...- comenzó, pero calló al ver que su compañero no le escuchaba. Estaba ensimismado con las imágenes que veía por aquel pequeño aparato, casi mágico.
Él, mientras esperaba a que su compañero terminase de usar el microscopio, se sumergió entre sus pensamientos. ¿Cómo era posible que existiese algo tan pequeño? Y, sobretodo, ¿Quién lo había hecho? Miró hacia arriba, hacia el gran manto azul que cubría sus cabezas. Siempre que alzaba la vista para verlo se sentía extrañamente observado. Pero no era una presencia indeseada o incómoda, más bien al contrario.
- ¿Quién crees que ha creado el mundo?- preguntó al fin, luego de salir de sus pensamientos.
- ¿El mundo? Nadie. Existe y ya está. Es la realidad, y la realidad no necesita que la cree nadie.- respondió, sin despegar la mirada del microscopio.- pero a veces lo pienso y... bueno, da igual. No sirve de nada.
- ¿No sirve de nada?- miró al cielo y cerró en un puño algo que le colgaba del cuello, por debajo de la camiseta. Sonrió y añadió:- No servirá de nada, podemos encontrarla.


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jueves, 10 de enero de 2013

¿Por qué lloras?

El joven niño, que apenas se elevaba un metro sobre el suelo, se encontraba sentado en el banco del parque, llorando. Las enormes lágrimas que derramaba exploraban sus mejillas antes de caer al suelo. El niño lloraba ríos incesables de desesperación. Sin embargo, no emitía ruido alguno.
Momentos después otro chico se acercó a él. Probablemente se trataba de su hermano mayor. Los irritados ojos rojos y sus húmedos pómulos brillantes a la luz declaraban que él también había estado llorando.
- ¿Por qué lloras?- le preguntó al niño.
Él, todavía mirando al suelo, respondió:
- Es que se me ha metido un pelo en el ojo, y me molesta.
Fueron vanos los intentos de consuelo que su hermano le dirigía. "En vez de llorar, tienes que intentar arreglarlo", le decía. El chico estuvo intentando animarle durante minutos interminables, pero no consiguió nada. Acabó simplemente viendo cómo lloraba, sin pronunciar palabra alguna. Finalmente el pequeño dejó de llorar y dijo:
- Lloraba para que el pelo cayese dentro de una lágrima y me dejase de molestar. Solo estaba intentando arreglarlo. Ya no me pasa nada.- se giró para ver a su hermano, y advirtió las evidentes pruebas de que él también había llorado- sin embargo tú... ¿Por qué lloras?


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viernes, 4 de enero de 2013

Por suerte o infortunio

La habitación era pequeña y más bien desagradable. Las paredes no estaban terminadas de pintar, y trozos del techo se encontraban ahora en el suelo, cuyas baldosas no se podían ya distinguir. En una de las esquinas, casi llamando a la muerte, había una pequeña mesa cuya madera se quejaba con el menor movimiento. Encima de la vieja mesa de madera había un libro. Cerrado, inmóvil, el libro aguantaba ahí horas y horas, esperando que, por suerte o infortunio, alguien tropezara con aquella habitación. Y, pasados unos días, así fue. Probablemente por algún tipo de error, un pequeño niño que jugaba al escondite entró en la habitación, y, tras curiosearla un rato, se fijó en el libro.
El libro, de pesadas tapas y páginas maltratadas por los años, preparó su mejor historia para aquel inquilino. Durante horas, el niño estuvo disfrutando cada página, cada palabra de aquella maravillosa obra de arte. El libro también parecía disfrutar de cada frase que el niño leía, y lo demostraba ofreciéndole otras nuevas. Sin embargo, llegó el momento en que el niño tuvo que irse, abandonando aquel libro en aquella oscura habitación.
Los días pasaban y, de vez en cuando, aquel libro era visitado por viajeros extraviados de su tiempo, gente que se escondía de su día, o que era escondida por él. Todos ellos, cada uno a su tiempo, acabaron fijándose en el libro, y el libro les proporcionó el mejor de sus relatos. Aquel lugar, que inicialmente era una habitación perdida, acabó siendo muy frecuentada por innumerables personas, pues todos los que entraron una vez, decidieron volver. Todos volvían para ver el libro.
Durante años, aquel libro fue la mayor diversión de quien, por suerte o infortunio, acababa en aquella habitación. Lo que nadie pudo percibir, y aún hoy no lo saben, es que las páginas de aquel libro no mostraban palabra alguna, simplemente esperaban, y el lector inventaba la historia.


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miércoles, 2 de enero de 2013

No lejos de donde yo vivo

Una vez, cuando yo era demasiado joven para entender lo que me contaban, alguien me habló de una extraña población "no lejos de donde yo vivo", según me dijo quien me la contó, que construyó un semáforo al borde de un acantilado. Entre los habitantes de aquella población se hablaba de que aquel precipicio era el límite entre la tierra conocida y la tierra de ninguna parte. A todos desde pequeños les enseñaban que quién cruzaba el límite que el semáforo establecía desaparecía para siempre, basándose en el argumento de que nadie había vuelto jamás de aquel lugar, situado en ninguna parte.
El semáforo lucía un rojo en el extremo más alto de sus lámparas durante muchas horas, a veces días. Pero de vez en cuando, esa luz roja se apagaba y se encendía la lámpara verde, que permitía a los ciudadanos avanzar hacia el precipicio, hasta llegar a sobrepasarlo. Todos los ciudadanos que querían ser considerados como alguien, dentro de esa incomprensible sociedad, soportaban largas esperas frente al resplandor rojo de aquel semáforo; y, cuando llegaba el momento, cruzaban.
Uno por uno, los habitantes de la por entonces condenada población iban hacia el exilio de sus propias vidas, privándose de su libertad y dignidad de persona. Arrastrados por lo que era tradición, o simplemente por lo que todo el mundo hacía, todos buscaban su perdición. El sentido común desapareció de sus diccionarios y nadie se atrevía a dudar de aquella extraña costumbre, a pesar de que, de alguna forma, todos advertían algo extraño en ella.

Yo era demasiado pequeño para entender todas estas confusas historias, pero las recordé como si se tratasen de cuentos sobre un mundo fantástico, lleno de gente incomprensible... incluso loca. Por aquel entonces yo pensaba que un mundo así era imposible, que solo se trataba de leyendas inventadas para un fin difícil de adivinar. Sin embargo hoy, viendo a mi alrededor, me doy cuenta de que ese mundo existe. Aquí mismo, no lejos de donde yo vivo.


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martes, 1 de enero de 2013

Un blog para estornudar ideas

Despierto muy cansado, como siempre. Me cuesta demasiado decidir levantarme, pero finalmente lo hago. La habitación está oscura y parece haber cambiado durante la noche, porque no soy capaz de reconocer nada. Todavía a tientas y con los ojos desobedeciendo salgo de la habitación, palpando las paredes con las manos para evitar golpes. Parece ser que no hay nadie en casa.
Mientras desayuno trato de pensar. No recuerdo qué hice ayer, ni si me acosté pronto o tarde. No recuerdo nada, pero no me preocupa. Me suele pasar todas las mañanas; es como si tuviera las neuronas congestionadas y el cerebro no quisiera decirme nada. Sin embargo, aunque los pensamientos no conozcan cómo llegar a mí, hay demasiadas cosas que me gustaría contar. Muchos mensajes que dar, muchas palabras que pronunciar, y nada concreto que decir.
Despierto muy cansado, como siempre. Me cuesta demasiado decidir levantarme, pero finalmente lo hago. Una vez más, no sé si estoy despierto de verdad o si aún duermo, pero me da lo mismo. Abro el blog y comienzo a escribir. Pienso dar los mismos mensajes y pronunciar las mismas palabras esté despierto o no. Y, por supuesto, pienso hablar y hablar, aunque no tenga nada concreto que decir.


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