Mira, asiente, pero no comprende. Los ojos se le redondean y convierten la cara de aquel animal salvaje en la de un cachorrillo que despierta cierta ternura. Pestañea de vez en cuando, pero sus ojos no miran nada en concreto. Las palabras de alguien que se mueve frente a él apenas son percibidas. Alguna le sorprende, otra le asusta, pero en general las ignora todas.
Apoya los brazos encima de la mesa y descansa la cabeza sobre ellos. Espera, pero el tiempo parece no transcurrir. Sin él ser consciente cierra los ojos y comienza a desaparecer todo lo que tiene alrededor. Así pasa el tiempo, y pasa sin pasar nada más.
Poco después se sorprende a sí mismo en aquella postura poco adecuada. Se yergue y vuelve a mirar al frente. Mira, pero no atiende. Luego pasea la mirada mientras piensa en sus cosas. No hace nada, solo espera, pero el tiempo parece no transcurrir.
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