El joven ilusionista aguardaba detrás
del telón, esperando el momento de su entrada triunfal. Aquella iba
a ser la mayor actuación del año, donde realizaría su mejor número hasta el momento. El mejor número que jamás se había creado. Tras
unos breves pero intensos minutos, su compañero gritó, aclamando su
nombre desde el escenario.
Él entró en escena, con los brazos en
alto, recibiendo con alegría todos los aplausos. Los focos cegaban
cualquier mirada hacia el público, de forma que la vergüenza y
timidez desaparecieron sin hacerse esperar.
Estuvo actuando lo mejor que pudo.
Realizando ilusión tras ilusión, cada cual mejor. Entre efectos,
los aplausos llenaban con energía el enorme teatro en el que se
encontraban. Y, minutos más tarde, el mago ya estaba preparado para
el golpe final.
El efecto impresionó a todos cuanto lo
vieron: se había logrado el final apoteósico que tantos años había
requerido. El sonido de las exclamadas aclamaciones resonaban en los oídos del show-man. Había logrado lo que tanto tiempo había estado esperando. El trabajo de los últimos años había resultado recompensado.
Momentos después, mientras los gritos de júbilo que el
público emitía iban apagándose, los focos dejaron de cegar al mago; y pudo ver quiénes habían estado
aplaudiendo tanto: nadie. No había un solo alma en aquel teatro, estaba todo en silencio. Miró a su alrededor, por el
escenario. Estaba completamente vacío, no estaban los aparatos que
había necesitado para su número. No había cartas, no había sierras trucadas... no había siquiera un mísero escenario. Estaba en un oscuro callejón, solitario, de pie, con las piernas cansadas de tanto esperar. ¿Cómo era posible? ¿Se lo habría imaginado todo?
Fuera como fuese, lo había logrado. Quizá no le aplaudió nadie, quizá incluso nada había ocurrido, pero una cosa estaba clara: había realizado el mejor espectáculo de todos los tiempos, se había convertido en el mejor mago del mundo.
Fuera como fuese, lo había logrado. Quizá no le aplaudió nadie, quizá incluso nada había ocurrido, pero una cosa estaba clara: había realizado el mejor espectáculo de todos los tiempos, se había convertido en el mejor mago del mundo.
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