La habitación era pequeña y más bien desagradable. Las paredes no estaban terminadas de pintar, y trozos del techo se encontraban ahora en el suelo, cuyas baldosas no se podían ya distinguir. En una de las esquinas, casi llamando a la muerte, había una pequeña mesa cuya madera se quejaba con el menor movimiento. Encima de la vieja mesa de madera había un libro. Cerrado, inmóvil, el libro aguantaba ahí horas y horas, esperando que, por suerte o infortunio, alguien tropezara con aquella habitación. Y, pasados unos días, así fue. Probablemente por algún tipo de error, un pequeño niño que jugaba al escondite entró en la habitación, y, tras curiosearla un rato, se fijó en el libro.
El libro, de pesadas tapas y páginas maltratadas por los años, preparó su mejor historia para aquel inquilino. Durante horas, el niño estuvo disfrutando cada página, cada palabra de aquella maravillosa obra de arte. El libro también parecía disfrutar de cada frase que el niño leía, y lo demostraba ofreciéndole otras nuevas. Sin embargo, llegó el momento en que el niño tuvo que irse, abandonando aquel libro en aquella oscura habitación.
Los días pasaban y, de vez en cuando, aquel libro era visitado por viajeros extraviados de su tiempo, gente que se escondía de su día, o que era escondida por él. Todos ellos, cada uno a su tiempo, acabaron fijándose en el libro, y el libro les proporcionó el mejor de sus relatos. Aquel lugar, que inicialmente era una habitación perdida, acabó siendo muy frecuentada por innumerables personas, pues todos los que entraron una vez, decidieron volver. Todos volvían para ver el libro.
Durante años, aquel libro fue la mayor diversión de quien, por suerte o infortunio, acababa en aquella habitación. Lo que nadie pudo percibir, y aún hoy no lo saben, es que las páginas de aquel libro no mostraban palabra alguna, simplemente esperaban, y el lector inventaba la historia.
Al principio, por la descripción de la habitación me ha recordado a nuestro baño jajaja
ResponderEliminarPues... casi no estaba pensando en él cuando escribía...
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