La vista que le ofrecía su nuevo microscopio era espectacular. ¿Cómo podía ver tan bien aquella cosa tan pequeña? Él no lo sabía, pero tampoco le importaba demasiado: simplemente le fascinaba. De pronto, su reloj señaló que ya habían terminado sus cinco minutos, y le pasó el microscopio a su impaciente compañero.
- Como nos pillen que nos hemos llevado esto...- comenzó, pero calló al ver que su compañero no le escuchaba. Estaba ensimismado con las imágenes que veía por aquel pequeño aparato, casi mágico.
Él, mientras esperaba a que su compañero terminase de usar el microscopio, se sumergió entre sus pensamientos. ¿Cómo era posible que existiese algo tan pequeño? Y, sobretodo, ¿Quién lo había hecho? Miró hacia arriba, hacia el gran manto azul que cubría sus cabezas. Siempre que alzaba la vista para verlo se sentía extrañamente observado. Pero no era una presencia indeseada o incómoda, más bien al contrario.
- ¿Quién crees que ha creado el mundo?- preguntó al fin, luego de salir de sus pensamientos.
- ¿El mundo? Nadie. Existe y ya está. Es la realidad, y la realidad no necesita que la cree nadie.- respondió, sin despegar la mirada del microscopio.- pero a veces lo pienso y... bueno, da igual. No sirve de nada.
- ¿No sirve de nada?- miró al cielo y cerró en un puño algo que le colgaba del cuello, por debajo de la camiseta. Sonrió y añadió:- No servirá de nada, podemos encontrarla.
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