domingo, 28 de septiembre de 2014

Viaje a Pozuelo

En esta entrada pretendo homenajear a Camilo José Cela, por su libro "Viaje a la Alcarria", que he leído hace poco. Quien haya leído el libro verá desde la primera frase la influencia que tiene en este microrrelato.
Por otra parte, escribo esto porque acabo de entender que el protagonista no es el viajero. Quiero dedicar la entrada a la verdadera protagonista de esta historia.

El viajero sube al autobús. Está bastante lleno, pero aún quedan sitios. Se sienta atrás, como siempre. El viajero se siente cansado, lleva dos días intensos. Delante del viajero hay una chica que el viajero no conoce. Tampoco puede adivinar su edad. El viajero habla con ella durante el viaje.
El autobús avanza y hace las paradas oportunas. De vez en cuando alguien que entra se sienta cerca de ellos. El viajero sigue hablando con la viajante.
La viajante le cuenta mil cosas. Es bailarina. Practica ballet seis horas diarias y quiere dedicarse a ello. Dice que se irá de España. En España el baile, y el arte en general, no está valorado. La gente no tiene cultura para apreciar el arte.
El viajero tiene sueño. El viajero tiene que hacer esfuerzos para mantener los ojos abiertos. Aún así, el viajero disfruta la conversación. El viajero piensa que es una maravilla poder hablar con quien no conoce sin que a nadie resulte extraño.
Hablan más tiempo. Se cuentan muchas cosas. Al viajero le parece que el viaje es demasiado corto. Pronto llegan a Pozuelo. La viajante se despide y baja del autobús. El viajero espera volver a verla en algún otro viaje. Los viajeros y viajantes suelen coincidir en muchos viajes sin tener que planearlo.



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lunes, 22 de septiembre de 2014

El mago

Despertó temprano, como siempre. Abrió los ojos y se incorporó sobre la cama. La luz ya entraba por la ventana, anunciando un nuevo día, un nuevo día de trabajo. Se frotó los ojos y se levantó. Tenía que empezar a ensayar.
En una esquina, sobre una mesa pequeña, estaba la jaula con las palomas. Un poco más allá, en el perchero, el frac.
El mago, después de asearse, se puso el frac y comenzó a ensayar. Puso música, imaginó el escenario y el público y actuó para ellos. Aparecía con un bastón, que rápidamente se convertía en dos pañuelos blancos. Los pañuelos los aprovechaba para hacer aparecer la primera paloma.
Por una parte, aquel era el sueño de su vida. Estaba ahí para llegar a ser un gran mago, ¿quién sabe? quizás el mejor. Por otra parte... echaba de menos tantas cosas. Le resultaba duro estar tan lejos de su casa, de su familia.
Siguió ensayando. Aunque era duro, todo aquello merecía la pena. Hizo aparecer una segunda y tercera paloma, y luego ensayó una rutina de cartas.
Aquellos trucos, delante de un público, se convertirían en magia.



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lunes, 15 de septiembre de 2014

(¡quizá millones!)

Había una vez... digo, ¡muchas veces! Había cientos de miles de personas (¡quizá millones!) que estaban hartos de las promesas incumplidas. Estaban hartos de esos actores que salen en televisión, se pelean un rato y luego van a casa a descansar. Estaban hartos de ser manipulados y no hacer nada, y por eso, aquella vez sí que hicieron algo.
Y es normal, llegó el momento en que esas personas se dieron cuenta de que estaban siendo insultadas públicamente. Y no se quedaron de brazos cruzados, ¡oh! ya lo creo que no. Otras veces sí que habían pasado del tema, se habían quedado en casa y habían esperado. Esta vez no.
Fue algo que se quedará en "la historia de la Historia" para siempre. Cientos de miles de personas (¡quizá millones!) se levantaron contra los que llevaban los hilos, hablando su idioma. Hartos de tanta mentira, ellos hicieron una promesa que sí pensaban cumplir. ¡Claro que la iban a cumplir!
Salieron a la calle con pancartas, por un mundo mejor. Había alegría, pero era una alegría distinta. No porque la situación fuera buena, sino porque podía mejorar. Se oían gritos de alegría, gritos de esperanza y, ¡¿quién lo iba a decir?! los actores que llevaban el país los escucharon. Evidentemente, lo que estos actores oyeron no les gustó. No les gustó porque, quizás por primera vez en mucho tiempo, tenían que responder. Algo tenían que hacer ante el grito que oían y las pancartas que veían. Cientos de miles de personas (¡quizá millones!) pensaban, decían y gritaban al unísono:

¡Si no se deroga la ley, que no cuenten con mi voto!


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martes, 9 de septiembre de 2014

Poemas rotos

El boli deja de escribir, aún con tinta. Repasa los versos, tacha, reescribe. Lee, escucha. Comprueba las rimas y deja solo unas pocas. La mitad de los versos no terminan de convencerle, la otra mitad ni siquiera empieza. No hay forma de corregir aquello, es un desastre.
Coge la hoja, la mira una última vez y la rompe. La rompe en dos, en cuatro, en ocho. Un puzle sin resolver, un poema. Arrastra los papeles por encima de la mesa y los deja caer. Planean, poco a poco los versos van desapareciendo.
Una papelera llena. Cientos, quizá miles, de versos que nadie leerá. Odios, pasiones, admiraciones, amores, recuerdos que solo la papelera conoce. Un poeta desesperado.
Saca un folio nuevo. Lo mira. Lo mira mucho rato antes de ponerse a escribir. No hay muchas batallas más difíciles que esa. Ni siquiera sabe si ese poema lo terminará, o si acabará reuniéndose con el resto. Aún así escribe. Escribe con la inspiración de mil noches de trabajo, con la esperanza de que ese papel no quepa en la papelera.
Está harto de romper sus poemas, pero sigue buscando un poema digno. Uno, solo uno, hará que haya merecido la pena. Un buen poema, uno y no más, justificará una papelera llena y mil noches de trabajo.


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