viernes, 18 de abril de 2014

Se fijó en...

De pronto, el lápiz que sujetaba en su mano derecha se convirtió en lo más interesante del mundo. Líneas amarillas y negras, mina gris, sin goma en el extremo. Lo mordió y comprobó que la madera se mellaba fácilmente. La punta no estaba afilada, pero no hacía falta que lo estuviese.
Iba a escribir en el papel que tenía en frente, pero, de pronto, se fijó en la goma de borrar. Una goma Milán, cuadrada, de color blanco, esquinas pulidas. Tacto suave y olor agradable.
Iba a borrar un resultado erróneo del papel que tenía en frente, pero, de pronto, se fijó en las anillas de su cuaderno. Negras, metálicas, perfectamente redondeabas. Abrazaban una y otra vez las hojas cuadriculadas, agarrándolas para que no se desperdigasen. Los dos extremos de las anillas estaban doblados, para impedir que se metan de nuevo por los agujeros de las hojas, para que no se estropease el cuaderno.
Iba a abrir el cuaderno para ver cómo se hacía el ejercicio del papel que tenía en frente, pero, de pronto, se fijó en la perfección de las líneas de su cuaderno de hojas cuadriculadas. Cuadrados perfectos, líneas delgadas, azules. Ningún cuadrado era más grande o más pequeño que ningún otro. Increíble, qué perfección. Las hojas eran todas iguales, igualmente cortadas, igualmente finas.
Iba a leer lo que había en las hojas cuadriculadas de su cuaderno pero, de pronto...


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viernes, 11 de abril de 2014

La señora de la limpieza

Descuidada, torpe e irresponsable. La señora de la limpieza, cuyo nombre pocos sabían en aquel museo, apoyó en las paredes de la esquina la fregona y el cubo con agua y amoniaco. Allí no molestaba a nadie, al menos eso creía ella.
Un momento, solo un momento fue necesario. Solo un momento necesitó para ir al cuarto de baño, interrumpiendo apenas su trabajo, pero cuando volvió... ¿cuál sería su sorpresa?
Al menos una docena de personas se reunían alrededor de la fregona, observándola distante. Algunos murmuraban, otros escuchaban. Un fotógrafo se abría paso para tomar el mejor plano y, cerca de él, un crítico hablaba de arte.
- El ángulo en que está apoyada es perfecto- decía uno.
- La sombra que se proyecta juega con las luces de forma magistral- decía otro.
Solo un momento, ese momento, fue necesario para que el descuido de la señora de la limpieza se convirtiera en arte.


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martes, 8 de abril de 2014

Sueños de grandeza

A menudo despertaba perezoso, como si la cama le agarrase para impedirle levantar. Siempre despeinado y, de vez en cuando, se quedaba toda la mañana en pijama. Se lavaba la cara nada más empezar el día, antes de desayunar. Luego levantaba la vista y se miraba en el espejo. Allí imaginaba.
En un escenario, en un plató de televisión... o simplemente en su escritorio, escribiendo la mejor novela jamás escrita. Siempre imaginaba qué quería que fuera su vida. Destacaría por su originalidad y nunca se dejaría vencer por los malos vicios del arte.
Escuchaba música y seguía pensando, imaginando. Cogía un boli, pero apenas escribía un par de líneas. Se levantaba, cogía las cartas, pero solo hacía aparecer unas pocas. Luego se daba cuenta que la mañana había acabado.
Un día, luego otro. El tiempo pasaba y el futuro llegaba. Él se daba cuenta que solo soñando no lograría nada, que tenía que empezar ya, dejar de soñar, empezar a hacer... pero no podía evitarlo.


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