domingo, 29 de diciembre de 2013

Éste es nuestro circo

Las lágrimas recorren mis mejillas y caen al suelo de arena. Me escuecen los ojos y las manos me tiemblan. Siento los grilletes incrustados en mis muñecas. Me queman. A mi lado, niños que no pueden gritar ni defenderse clavan la mirada en el fondo del pasillo. Es una mirada llena de miedo, de incertidumbre, de incomprensión. Me gustaría que todo esto pudiera ocurrir de otra forma, pero si así tiene que ser, estoy dispuesto a formar parte de este plan tan extraño.
Las rejas se abren y caminamos lentamente a través del pasillo, arrastrando los pies en silencio, sin atrevernos a decir nada. Tengo miedo, todos tenemos miedo, pero estoy seguro que nadie duda por qué estamos aquí, y nadie se arrepiente.
Llegamos al interior del circo. El emperador nos mira con mirada desafiante, cargada de odio, y su mirada es acompañada por los gritos de cientos o miles de personas que han venido.
Sueltan a las fieras. Mi mirada se pierde en el infinito. No trato de escapar, no trato de luchar... todo lo que tenía que hacer ya está hecho.
Un tigre salta sobre mí, derribándome, y me muerde el hombro. El dolor nubla mi vista y me impide mover el brazo. Pero no importa, lo entiendo todo. Estoy en el circo más grande que haya existido jamás. Siempre fuimos perseguidos.
Antes de expirar recuerdo sus palabras: "¿Nunca has soñado que morías en un circo romano por defender la Verdad? Mira a tu alrededor: éste es nuestro circo."
Ya puedo morir en paz.


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