El joven niño, que apenas se elevaba un metro sobre el suelo, se encontraba sentado en el banco del parque, llorando. Las enormes lágrimas que derramaba exploraban sus mejillas antes de caer al suelo. El niño lloraba ríos incesables de desesperación. Sin embargo, no emitía ruido alguno.
Momentos después otro chico se acercó a él. Probablemente se trataba de su hermano mayor. Los irritados ojos rojos y sus húmedos pómulos brillantes a la luz declaraban que él también había estado llorando.
- ¿Por qué lloras?- le preguntó al niño.
Él, todavía mirando al suelo, respondió:
- Es que se me ha metido un pelo en el ojo, y me molesta.
Fueron vanos los intentos de consuelo que su hermano le dirigía. "En vez de llorar, tienes que intentar arreglarlo", le decía. El chico estuvo intentando animarle durante minutos interminables, pero no consiguió nada. Acabó simplemente viendo cómo lloraba, sin pronunciar palabra alguna. Finalmente el pequeño dejó de llorar y dijo:
- Lloraba para que el pelo cayese dentro de una lágrima y me dejase de molestar. Solo estaba intentando arreglarlo. Ya no me pasa nada.- se giró para ver a su hermano, y advirtió las evidentes pruebas de que él también había llorado- sin embargo tú... ¿Por qué lloras?
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