miércoles, 26 de febrero de 2014

El árbol y la manzana

- No quiero caer- le dijo ella.
La manzana estaba asustada. Le parecía una caída muy grande, y sabía lo que venía después. Algún animal se la comería... o peor: algún humano. Temblaba y sudaba mientras se agarraba como podía a la rama del árbol.
- Pero debes caer- le respondió el árbol-. Si no lo haces, la semilla que hay en ti no germinará nunca, y no podrán nacer nuevas manzanas.
- ¡Me da igual! No quiero que me coman, no todavía.
La manzana no era capaz de comprender por qué la vida era así: un ciclo realmente absurdo. Ella había nacido hacía no muchos días, y ya le tocaba ver el día de su muerte. ¿Muerte? De pronto visualizó un manzano joven, muy joven, todavía en edad de crecer. Crecía y crecía, extendiendo sus ramas y haciendo brotar las hojas que le vestían con el traje más elegante. De alguna de sus ramas colgaban manzanas  que pronto comenzarían a vivir. Entonces la manzana lo comprendió.
Cayó.


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