sábado, 8 de febrero de 2014

Así

-Tráeme otra caja del almacén y tira las que están ya vacías -ordenó el empleado al becario.
El becario obedeció y a los pocos minutos volvió con una caja grande en los brazos. Era una caja de cartón, grande y aparentemente muy cargada. El empleado cogió una bolsa metálica de su interior y se dirigió a una máquina que había en la esquina del despacho. La máquina era muy extraña, parecida a una fotocopiadora, pero mucho más grande. Estaba hecha con piezas de plástico y metal de color crema grisáceo. Realmente fea.
El empleado abrió la bolsa metálica y vertió su contenido en aquella máquina. Letras, muchas letras llenaron el depósito del aparato.
Luego llegó el jefe del empleado. Venía con unos papeles escritos por el directivo, en ellos estaban todas las instrucciones detalladas. El jefe giró la manivela que había en el costado de la máquina y tecleó un código para abrir el menú de categorías: "policíaca, intriga, romance...". Seleccionó una de ellas y tiró de la palanca que activaba la máquina.
Tras unos segundos, la máquina empezó a vibrar bruscamente y a emitir ruidos desagradables. Al principio parecía que estaba estropeada, pero al cabo de un tiempo comenzó a imprimir.
Así murió el arte, así desapareció la literatura.


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