miércoles, 5 de febrero de 2014

"¡Buenos días su señoría! ¡Tralarilorilorá!"

Entra en mi cuarto, abre la persiana mientras dice "A despertar" y sale a despertar a los del cuarto de enfrente. Como siempre, mi hermano se levanta automáticamente mientras yo me quedo en la cama un rato más. Son las ocho menos cuarto.
Bajo a desayunar. Uno de mis hermanos, el que duerme conmigo, ya ha desayunado y está listo para salir. Dos de mis hermanas pequeñas están desayunando en la cocina, ambas con los pelos cayéndoles por la cara de forma despeinada. Hay una taza de leche con cereales abandonada encima de la mesa. Yo me preparo la mía y me siento a desayunar.
Mientras desayuno, baja mi hermana (de las pequeñas, la mayor, pero igualmente pequeña). Se mueve muy despacio, siempre tarde. Poco después mi hermano sale del baño y viene también a la cocina. Por supuesto, era suya la taza abandonada.
Termino de desayunar y subo a mi cuarto. Por el camino me encuentro a mi hermano mayor, el que nos lleva al cole, que está bajando a desayunar.
Apenas hay palabras. Alguna queja, expediciones arqueológicas en busca de calcetines... pero siempre lo mismo, y lo menos posible. No hace falta hablar, todos pensamos lo mismo: es lunes y ya estamos esperando que llegue el viernes.


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