De pronto, el lápiz que sujetaba en su mano derecha se convirtió en lo más interesante del mundo. Líneas amarillas y negras, mina gris, sin goma en el extremo. Lo mordió y comprobó que la madera se mellaba fácilmente. La punta no estaba afilada, pero no hacía falta que lo estuviese.
Iba a escribir en el papel que tenía en frente, pero, de pronto, se fijó en la goma de borrar. Una goma Milán, cuadrada, de color blanco, esquinas pulidas. Tacto suave y olor agradable.
Iba a borrar un resultado erróneo del papel que tenía en frente, pero, de pronto, se fijó en las anillas de su cuaderno. Negras, metálicas, perfectamente redondeabas. Abrazaban una y otra vez las hojas cuadriculadas, agarrándolas para que no se desperdigasen. Los dos extremos de las anillas estaban doblados, para impedir que se metan de nuevo por los agujeros de las hojas, para que no se estropease el cuaderno.
Iba a abrir el cuaderno para ver cómo se hacía el ejercicio del papel que tenía en frente, pero, de pronto, se fijó en la perfección de las líneas de su cuaderno de hojas cuadriculadas. Cuadrados perfectos, líneas delgadas, azules. Ningún cuadrado era más grande o más pequeño que ningún otro. Increíble, qué perfección. Las hojas eran todas iguales, igualmente cortadas, igualmente finas.
Iba a leer lo que había en las hojas cuadriculadas de su cuaderno pero, de pronto...
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pensé que era la única que se fijaba en tantas cosas, me alegra saber que no.. me encanta!:)
ResponderEliminarJajaja supongo que cada uno se distrae a su manera... ¡gracias por comentar!
EliminarDetalles que crean realidades. Me gusta, sí! :)
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