Descuidada, torpe e irresponsable. La señora de la limpieza, cuyo nombre pocos sabían en aquel museo, apoyó en las paredes de la esquina la fregona y el cubo con agua y amoniaco. Allí no molestaba a nadie, al menos eso creía ella.
Un momento, solo un momento fue necesario. Solo un momento necesitó para ir al cuarto de baño, interrumpiendo apenas su trabajo, pero cuando volvió... ¿cuál sería su sorpresa?
Al menos una docena de personas se reunían alrededor de la fregona, observándola distante. Algunos murmuraban, otros escuchaban. Un fotógrafo se abría paso para tomar el mejor plano y, cerca de él, un crítico hablaba de arte.
- El ángulo en que está apoyada es perfecto- decía uno.
- La sombra que se proyecta juega con las luces de forma magistral- decía otro.
Solo un momento, ese momento, fue necesario para que el descuido de la señora de la limpieza se convirtiera en arte.
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