Hubo peces en casa. No sé por qué, de repente decidieron comprar. Colocaron la pecera en mitad de la casa, para asegurarse de que todo el mundo la vea, supongo. Aunque había poco que ver en una pecera con agua turbia, casi blanca. Peces... no hacen nada.
Lo que comían era asqueroso, pero no era yo quien se ocupaba de que comiesen. No sé cómo se limpiaba la pecera, y tampoco me importa demasiado.
En la pecera había también una especie de piedra hueca. "Una casa para los peces", decía mi hermana. Bueno, comprendo que los peces tuvieran que esconderse de esa vida que llevaban.
No me gustaban mucho los peces. Aún así, cada vez que pasaba por delante de la pecera me paraba y pensaba: "¿No estará su familia buscándoles por todo el mar? ¡Qué difícil les va a ser llegar a Madrid!"
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