Imagina la escena:
Se oye un "Preparados, listos, ¡ya!", o alguna fórmula menos profesional, pero igualmente efectiva. "Secuencia 7, plano 5, toma 4. Claqueta". Todos están preparados, todos saben qué tienen que hacer. En la sala de al lado un pobre ignorante en el arte del cine comprueba la calidad del sonido. No puede ver la escena, pero es capaz de imaginarla.
A menudo ríen por fallos ridículos, y tienen que repetir la toma. El cámara dirige la escena. Todo está controlado, más o menos. Siguen el horario establecido: no van rápido, pero les dará tiempo a grabar lo que tenían previsto para ese día.
"Bien, tenemos veinte minutos hasta que se vaya la luz. Descanso". Juegan con los efectos del micrófono, cantan, ríen... todo está saliendo perfecto.
En ciertos momentos aquel solitario "técnico de sonido" sueña con ser director. Le gustaría poder dirigir, poder sentir más suyo aquel proyecto. De hecho, eso es lo que esperaba... pero no es así; y lo agradece: ya llegará el momento de ser director, ahora toca aprender.
La luz se va y llega la noche. Siguen grabando un rato más y, llegado el momento, dejan el rodaje durante esa jornada. Se miran, están contentos. Alegres, cansados, alguno casi emocionado. Aquel día fueron felices, aquel día comenzó un proyecto que, si todo va bien, seguirán llevando a cabo.
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